Noviembre 2021 ›

Autora: Janis Soto.

Cristina es originaria de Chillán, y en los años ’80 comienza a visitar Pichilemu con su patrona de ese entonces. Una noche salió a bailar y conoció a su actual marido, con el que después de pololear por carta durante dos años, decidieron casarse y tener hijos. Cristina lleva 30 años de sus casi 60 dedicada a la recolección de orilla, tiempo en que ha logrado posicionarse en un rubro asociado principalmente a hombres.

Su trabajo en el mar se inicia en septiembre con la recolección de la luga y la chasca, y desde el primero de diciembre la recolección del cochayuyo, luego la extracción del piure, lapas, caracoles, jaivas y por supuesto, las algas, como el luche y el huiro, ya que la zona central de Chile cuenta con el privilegio de tener una gran variedad, no así la zona sur. Esta extracción se hace necesaria para el equilibrio del ecosistema, ya que con las mareas altas, los roqueríos se tapan de arena, provocando que estas algas se pudran y a su vez, se genera una escasez de alimentos para los moluscos del lugar. Estas materias primas son vendidas principalmente a intermediaros que exportan al continente asiático para la fabricación de productos como cosméticos, alimentación, plásticos, etc.

Cristina también ha creado su propia artesanía de cochayuyo, con la cual puede exponer su lado artístico y al mismo tiempo generar ingresos. Sin embargo, toda su actividad está limitada a una temporada de trabajo en el mar que solo dura hasta abril, ya que el invierno es tiempo para dedicarse a otras labores.

Mujer jovial, alegre y llena de energía. Cuenta que el mar es parte fundamental en su calidad de vida, y algo que siempre disfruta es su relación con los turistas, ya que les comparte su historia de vida y a su vez, escucha atenta lo que ellos le relatan. Según dice “siempre tiene un consejo para entregarles”. Al momento de la despedida, todos quedan agradecidos de la hospitalidad y alegría brindada por esta Mujer de Mar.