Septiembre 2021 ›

Autor: Jorge Benavente.

“Caminando por las calles del casco histórico de Santiago, nos podemos encontrar con un actor del circuito patrimonial de la ciudad, El Lustrabotas, cuya existencia se remonta hacia el 1900 donde dicho oficio era desempeñado por niños, quienes con un humilde cajón de madera lustraban el calzado de los caballeros de clase acomodada. El oficio ha sobrevivido a los cambios de época y en la actualidad es utilizado de manera transversal por transeúntes de distintas clases sociales que circulan por el centro de la capital”.

En la esquina de las calles Teatinos con Huérfanos encontramos a David Greave, oriundo de la ciudad de Concepción y padre de 8 hijos, quien desempeña el oficio de Lustrabotas desde el año 1964. David abre religiosamente su puesto cerca de las 7:30 horas de la mañana y espera pacientemente a sus clientes, quienes de manera itinerante van posando su calzado en su versión moderna de lustrín, con el propósito de lograr un brillo impecable.

Los zapatos que llegan a las manos de David son variopintos, tal como cada una de las conversaciones que entabla con sus clientes, que mas bien parecen historias que se van construyendo por capítulos, cada vez que el cliente vuelve por un nuevo lustrado.

El rostro de David tiene los surcos provocados por las duras condiciones climáticas en las que desempeña su trabajo y sus manos muestran las marcas del uso constante de betunes y tintas, cuyos componentes químicos prácticamente han hecho desaparecer parte de sus huellas digitales, dejando para siempre la historia de su oficio estampada en su propio cuerpo.

Este proyecto busca resaltar la sacrificada e importante labor de trabajo callejero del Lustrabotas David, quien con la mirada calma y una sonrisa espontánea forma parte de las tradiciones de la ciudad, entregando un servicio tremendamente apreciado por quienes lo visitan día tras día.